El talento, ¿cuestión de suerte?
El pasado 28 de julio leí un artículo en las páginas de Diario de Navarra titulado ¿Creatividad, innovación o bufonada?, firmado por el profesor Alberto Royo, sobre el que he querido dar mi opinión.
Estoy de acuerdo con la alabanza que Royo brinda a Ferrán Adriá y a la dedicación y el esfuerzo que durante años ha invertido en la cocina y que le han llevado a brillar de forma excepcional. Por ello, precisamente, no comparto la feroz crítica que lanza sobre el educador, escritor y conferenciante británico Sir Ken Robinson por defender que todos los niños atesoran un extraordinario talento para ser creativos y que la escuela mata la creatividad.
Es el talento bien localizado de Adriá el que, tras años de duro trabajo, ha dado ese resultado. Es el talento bien enfocado de Paco de Lucía, después de años de absoluta dedicación, el que le convirtió en el mayor genio de la guitarra flamenca de la historia.
Esto no significa que todos los niños, una vez localizado su talento, vayan a convertirse en genios. Afirmarlo supondría albergar un concepto muy limitado del talento. Supone que cuando orientamos nuestro esfuerzo, motivación y camino profesional a aquello que se nos da bien, el resultado es infinitamente mejor en varios sentidos: nos sentimos mejor, trabajamos con muchas más ganas y el resultado de nuestro trabajo es superior.
En mi despacho me encuentro con muchos padres y madres que se empeñan en afirmar que sus hijos o hijas carecen de un talento especial. Sin embargo, cuando trabajo con ellos en la elección de una carrera profesional, acabamos descubriendo que estaban equivocados.
El talento es algo que todos poseemos. Lamentablemente, pocos lo descubren y sólo algunos afortunados lo trabajan para hacerlo brillar. Esta es la razón por la que tendemos a percibir que es escaso, pero en realidad abunda mucho más de lo que nos han hecho creer.
¿De quién es la responsabilidad de que el talento de los niños y jóvenes germine y acabe floreciendo? En mi opinión, de todos aquellos que contribuyen a su educación: sus padres, el sistema educativo, la sociedad. Estoy de acuerdo con Sir Ken Robinson en que la escuela ha contribuido poco a la importante misión de ayudar a los niños a hacer brillar su talento, pero no es la única responsable.
Hay algo más valioso que un niño con talento, y es la existencia de unos padres y unos profesores que le ayuden a descubrirlo y le alienten para trabajarlo. Una tarea que ni docentes ni progenitores hemos sido capaces de hacer hasta la fecha: ayudar a nuestros hijos y alumnos a que descubran su talento y sepan cómo aprovecharlo. Hay que decir en favor de algunos modelos educativos que en España ya estamos empezando a hacerlo.
Disponemos de magníficos ejemplos a lo largo de la historia de genios que no dieron a la primera con aquella persona que les ayudaría más adelante a brillar. Thomas Edison regresó desolado a casa tres meses después de ingresar en el colegio porque el maestro lo había calificado como un alumno estéril e improductivo. Los Beatles fueron rechazados por una discográfica a la que no le gustaba su estilo y preveía que la música con guitarra tenía los días contados. Michael Jordan se escondió bajo su cama y lloró cuando fue expulsado de su equipo de baloncesto de secundaria. Walt Disney fue despedido del periódico en el que trabajaba por carecer de ideas e imaginación.
Es clave orientar el talento. Pero es solamente el comienzo para poder destacar como profesional o como artista. Ya lo dijo Edison, el genio es 1% inspiración y 99% transpiración. Estoy de acuerdo con Alberto Royo en que para poder sacar lustre al talento hace falta trabajar duro sobre él. Sin embargo, de poco le habría servido a Ferrán Adrià el esfuerzo si no lo hubiera hecho entre fogones o a Paco de Lucía sin una guitarra entre las manos.
Alberto Sánchez Bayo, en su libro Arqueología del talento, asegura que “cuando hacemos con talento nos fundimos en nuestra naturaleza hasta el punto que sentimos que algo dirige nuestra acción”. Más aún. La creatividad surge cuando hacemos con talento, pero además, como asegura Sir Ken Robinson, la creatividad se puede aprender y desarrollar si lo hacemos sobre la base de aquello que se nos da bien y nos gusta.
“Muchos creen que el talento es cuestión de suerte, pocos saben que la suerte es cuestión de talento”, defendía Jacinto Benavente. Yo me permito añadir: y de mucho trabajo y esfuerzo.
Write a Reply or Comment