Hallazgos que cambian a las personas
Hace unas semanas leí en Diario de Navarra la reflexión del profesor Alberto Royo sobre un estudio con el que se podía concluir que estudiar muchas horas equivale a obtener buenos resultados académicos. Lo titulaba Hallazgos que cambian la historia.
El análisis, realizado por la Universidad Francisco de Vitoria, afirma que un 43 por ciento de los estudiantes andaluces objeto de estudio, con un 9,2 de media, tienen algo en común: Estudian más de 10 horas a la semana, al margen de sus clases.
Yo me pregunto: ¿Alguien ha cuestionado que estudiar es altamente recomendable para obtener buenos resultados académicos? Quienes apostamos por nuevas metodologías en la educación, no decimos: niños y jóvenes! No estudien! No dediquen tiempo a esforzarse! Que si están motivados, felices y se divierten, se convertirán en genios! No. Quienes creemos en los beneficios de innovar, no estamos desechando todo lo anterior, sino más bien enriqueciéndolo. Hablamos de lo interesante y práctico del aprendizaje experiencial, en el que se combinan el aprendizaje cognitivo con otros, como el emocional y el reflexivo. Con ello, los jóvenes desarrollan habilidades necesarias para la vida, como la capacidad de tomar decisiones, de comunicarse, de analizar, de autoconocerse, etc. Además de hacer más entretenido el estudio y lograr con ello, que el conocimiento se consolide mejor.
Royo asegura que la clave de los bachilleres más brillantes no es la motivación, ni el coaching, ni la empatía. La clave, en su opinión, es estudiar muchas horas. Yo, sin embargo, la conclusión a la que llego, es que la mitad de alumnos que destacaban en sus resultados, habían estudiado mucho. Y esto es necesario, sin duda, pero no es el único requisito para brillar, porque… ¿y los alumnos que no destacaron? ¿dónde están? sabemos si habían estudiado también mucho? ¿quizá más que sus compañeros brillantes? por qué no sobresalieron? La respuesta es que esos alumnos no figuran entre los estudiantes objeto de estudio, porque se trataba de analizar solamente a aquellos jóvenes de bachiller preseleccionados para la obtención de Becas Europa que premian el talento. Yo diría: que premian un talento, el intelectual, que equipara el éxito a los brillantes resultados académicos, tal y como son concebidos y evaluados hoy. El alumno o alumna que saca menos de un 8 en secundaria, condición necesaria para acceder a esta beca, ¿no tiene talento? Quizá tiene otro que destacaría de forma brillante en otro sistema.
Recuerdo un fragmento de “El Quijote”, donde Sancho decía a su amo, “¡No ve vuestra merced que esos muchachos, si desde chiquitos no se castigan, y se amoldan antes de tener ser, se vuelven haraganes y repostones!. Es menester pues, para evitar semejantes inconvenientes, que sepan desde el vientre de su madre que la letra con sangre entra…”.
Estoy segura de que Alberto Royo coincidirá conmigo en que queremos jóvenes con conocimientos sólidos, que, además, sean seguros, capaces de actuar, de pensar, con criterio para elegir, para decidir, para ser libres. Estos jóvenes necesitan estudiar mucho, pero también necesitan valorarse, pasar de la teoría a la acción, acercase a sus tutores, respetarse a sí mismos y a los demás, identificar valores personales, trabajar en equipo o asumir su parte de responsabilidad. Y todo esto se puede trabajar.
Un ejemplo: El proyecto Leonardo de transferencia de conocimiento a otros países europeos, liderado por la Asociación de la Industria Navarra y del que he formado parte. Consiste en la aplicación del coaching con alumnos de formación profesional. Recientemente se presentó en Pamplona y los representantes de los diferentes países participantes, apuntaron que esta metodología ha generado gran satisfacción entre los estudiantes y ha mejorado sus resultados académicos.
Trabajar en este sentido no forma personas superficiales, sin cultura y sin valor por aprender. Forma personas completas, entendidas de forma integral y establece un cambio en ellas que las enriquece.
La letra con esfuerzo, seguro que entra, pero con acción y emoción entra mucho mejor y permanece más tiempo.
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